Se dice que la democracia, aunque imperfecta, es la mejor
forma de gobierno. Esta palabra y su definición consta en la mayoría de las Constituciones
Políticas de los países del mundo.
Pero también hay países en los cuales existen regímenes
dictatoriales y otros en los que aún perduran monarquías.
Sea cual sea la forma de gobierno, es evidente que en la gran
mayoría de ellos el abuso de poder, la corrupción y la impunidad son una
constante que crece día a día.
En la sociedad humana desde eternas memorias se han ido
degradando los principios éticos y los valores morales.
Los avances de la ciencia y los inventos, es evidente que han
producido progreso en diferentes aspectos materiales y una mejor calidad de
vida para la población, pero de forma paralela la búsqueda desenfrenada por el
poder y la riqueza, han degradado los valores de las sociedades.
Muchas personas que aún creemos en la democracia como forma
de organización social, y que en teoría representa el gobierno del pueblo para
el pueblo, estamos desencantados en la praxis, porque esta forma de gobierno se
ha convertido en un telón que oculta entre bastidores, las verdaderas y ocultas
intenciones de quienes acceden al poder.
De manera estructural o formal, se entiende que en una
democracia debe existir equilibrio entre los tres poderes del Estado: Ejecutivo,
Legislativo y Judicial y que compete en síntesis a cada uno de ellos básicamente,
la gobernanza, expedición de leyes e impartir justicia, respectivamente.
Sin embargo, vemos como cada vez el poder ejecutivo en las mal
llamadas democracias busca por todos los medios, capturar parte de las
funciones de los otros poderes, bajo la dirección de caudillos autócratas, deshonestos
y populistas.
Una verdadera democracia no solo tiene que ser formal,
cuantitativa en sus roles, sino más que nada cualitativa, en la que los deberes
y derechos de los ciudadanos, no sean conculcados y que la libertad, igualdad y
dignidad sean una práctica común y no meros conceptos.
También en cualquier sociedad debe poder ejercitarse para
todos los ciudadanos, entre otros, los siguientes principios democráticos: Justicia
social, tolerancia, honestidad, pluralismo, solidaridad, etc.
En la actualidad la soberanía popular no se ve reflejada en
la mayoría de los países, y se ha reducido a la simple acción ciudadana de
participar en los sufragios, en procesos electorales amañados por los sempiternos
políticos, que se han apoderado del destino de los pueblos con argucias, artimañas
y falsas promesas.
La meritocracia ha sido sustituida por la cleptocracia, se ha
llegado al límite en que se negocia con la salud humana (medicinas, turnos para
atención hospitalaria, servicios exequiales, etc.)
A través de una legislación tramposa introducida en las Constituciones Políticas, se han asegurado el control total del ámbito político, con la exclusividad de que solo los partidos y movimientos políticos tienen la facultad de presentar candidatos para las diferentes elecciones de carácter popular, y que para ello los ciudadanos tienen la obligación de afiliarse a los mismos.
Esta normativa se ha vuelto intocable, por los intereses de
los grupos de poder económico que, en contubernio con caciques regionales y
oportunistas deshonestos, han convertido a este tema de su exclusiva propiedad.
¿Acaso ante la pandemia de abuso de poder, corrupción e
impunidad, que es patente de los politiqueros, no se debe y puede sustituir esta
ignominia constitucional, para inaugurar una nueva democracia en la que vuelva a
existir integridad, transparencia y justicia social en nuestros países?
Es imprescindible romper el nudo gordiano creado por oportunistas
que buscan a través de la política servirse antes que servir.
Si no cambiamos las reglas de juego a través de una nueva
Constituyente, en la que el verdadero poder popular esté representado, y se
eliminen las parcelas de poder creadas por ‘’Ley ‘’ por los actuales partidos y
movimientos políticos, los corruptos se llevarán nuestros países sobre ruedas.
Vemos con frustración y rabia que la justicia es sorda, ciega
y muda y la impunidad campea.
Mientras los corruptos públicos y privados se roban el poco
dinero de las arcas públicas, los países se endeudan más, aumenta la pobreza y
extrema pobreza, la delincuencia y la criminalidad se expande y la desigualdad es
una afrenta social.
¿Qué nos pasa que no reaccionamos y actuamos como corderos en
rebaño?
¿Es esta la clase de sociedad que dejaremos en herencia a
hijos, nietos y biznietos?
¡Basta
ya, el virus está en los políticos y se ha convertido en pandemia, la solución
es vacunarse enviándoles al ostracismo (RAE:” Apartamiento de cualquier responsabilidad
o función política o social”)!
“La política es un asunto demasiado serio como para confiárselo a los políticos” (Charles De Gaulle)
“La política es el camino para que los hombres sin principios puedan dirigir a los hombres sin memoria” (Voltaire)