lunes, 30 de diciembre de 2019

RELIGIÓN Y ESTADO: ¿CÓMO COEXISTIR?


Una de las acepciones define al Estado como: La totalidad de la población de un país, estructurada: social, política y económicamente mediante un conjunto de instituciones independientes y soberanas que regulan la vida en sociedad.

Según la Real Academia Española de la Lengua - RAE: “Forma de organización política, dotada de poder soberano e independiente, que integra la población de un territorio”

La Religión en algunas de sus acepciones es entendida por la RAE como:

“f. Conjunto de creencias o dogmas acerca de la divinidad, de sentimientos de veneración y temor hacia ella, de normas morales para la conducta individual y social y de prácticas rituales, principalmente la oración y el sacrificio para darle culto.”

“f. Confesión cristiana regida por el papa de Roma.” (Religión Católica)

La Religión es anterior al concepto de Estado, y bien podría decirse que la gran mayoría de Estados (países) han nacido con la Religión como uno de sus pilares, por lo cual forma parte importante del entramado jurídico de las Constituciones Políticas.

En las Constituciones de estos países en mayor o menor medida se establece la libertad religiosa y de cultos.

Pero es importante señalar que las religiones monoteístas (“Doctrina religiosa que sostiene la existencia de un único Dios” – RAE) tienen el mayor número de personas seguidoras en el mundo y son: Cristianismo, Judaísmo e Islamismo.

De una población mundial actual de 7.750 millones de personas, aquellos que creen en la existencia de un solo Dios son aproximadamente 3.400 millones, es decir que representan el 43.9%, o aproximadamente 1 de 2 habitantes de nuestro planeta cree en un solo Dios.

Estas 3 religiones monoteístas tienen como vínculo común, al profeta “Abraham”.

Para las doctrinas religiosas monoteístas: Dios es el ser supremo y todopoderoso, creador del universo, principio, causa y fin último de todo.

Los Católicos Cristianos somos la primera Doctrina espiritual del mundo y creemos en la Santísima Trinidad. Tres personas divinas en una: Dios Padre, Dios Hijo y el Espíritu Santo.

Somos aproximadamente 2.300 millones de personas y representamos la religión con el mayor número de seguidores.

También se estima que el 84% de la población del mundo tiene creencias religiosas. Del resto, la mayoría sin embargo cree en cierta espiritualidad.

Existe una interrelación de facto entre el Estado (político) y la religión católica, o visto de otra forma entre lo temporal y espiritual o entre el Estado y la Iglesia.

Los liberales en el Occidente sostienen que la Iglesia no debería inmiscuirse en la vida pública y que solo debería actuar en la vida privada de las personas.

¿Es así de tajante esta posición, que tiene sus raíces en la fundación del Estado Liberal?

¿No es acaso una mirada deformada y radical del individualismo moderno que promueve, especialmente a través de ideologías de izquierda los derechos de reproducción (aborto y esterilización) que la Iglesia Católica defiende, en razón de que la vida humana está sobre todo?

Acaso estos grupos políticos por conveniencia electoral “apoyan” a la Iglesia Católica cuando ésta se manifiesta públicamente, entre otros aspectos, en contra de: la contaminación de nuestro planeta, el narcotráfico, la pena de muerte, etc.

Es un doble discurso criticar a la Iglesia Católica cuando no coincide con las “nuevas libertades”: acceso permitido a drogas,  restricciones a la migración, conducta sexual irresponsable, etc.

La relación Iglesia-Estado tiene que enmarcarse en la premisa que el poder tienen los ciudadanos, por lo tanto ni la Iglesia está sobre el Estado=ciudadanos, ni el Estado debe acallar a la Iglesia ante los hechos que afectan a la sociedad.

La fe de las personas es un potente motor que induce a que los ciudadanos dejen la comodidad del “individualismo” y entreguen su tiempo y dinero para ayudar a programas sociales que el propio Estado no es capaz de llevar a cabo, por diversas razones (partidismo, corrupción, clientelismo, nepotismo, excesiva burocracia, etc.)

El Papa Benedicto XVI en su mensaje del 1 de enero de 2011 por el Día de la Paz, dijo: “El fundamentalismo religioso y el laicismo se parecen en cuanto a que representan formas extremas de rechazo ante el pluralismo legítimo y el principio de laicidad”

“…Los mayores horrores del siglo veinte fueron llevados a cabo por Estados totalitarios, que emprendieron su trayectoria nefasta intentando desalojar la fe de la esfera pública y subordinar la religión al Estado.” (Fuente: Cómo defender la Fe sin levantar la voz, Ediciones Palabra, S.A. Madrid- 8va edición, febrero 2019)

“¿Cuándo debe hablar la Iglesia, y cuándo callar?

La respuesta es: pocas veces y con cuidado. Cuando estén en entredicho asuntos relacionados con la dignidad humana, las libertades y derechos fundamentales, y los principios básicos de la convivencia, la Iglesia no solo puede, sino que debe intervenir”

“… La Iglesia busca persuadir, no imponer; atraer, no engañar. Lo hace además con la autoridad que le da ser el actor más significativo de la sociedad civil en el panorama mundial y representante de la tradición que configuró los valores morales y culturales del mundo occidental…”

“…En democracia, la Iglesia goza del derecho a pronunciarse del mismo modo que cualquier otra entidad civil, asociación u organización: el derecho natural a defender y promover sus valores y de persuadir a los demás; a introducir en la agenda pública los debates sobre lo que beneficia o perjudica a la sociedad, aplicando la sabiduría y la tradición cristiana a las grandes cuestiones que acucian a la sociedad contemporánea.” (Fuente: Cómo defender la Fe sin levantar la voz, Ediciones Palabra, S.A. Madrid- 8va edición, febrero 2019)

Los Católicos Cristianos no podemos nunca dejar de apelar a la objeción de conciencia, es un derecho-deber como lo manifiesta el Papa Francisco.

Hace aproximadamente 2.000 años, cuando el territorio de Israel era ocupado por los romanos, y ante la insidia de fariseos y herodianos “enemigos” de Jesús por su predicación, que desenmascaraba a los sacerdotes judíos hipócritas, estos trataron de ponerlo en aprietos con la pregunta: ¿Es o no es lícito pagar tributo al César?

La moneda romana de esa época era el denario, la cual tenía la imagen del César, Emperador Romano.

La respuesta de Jesús hace una clara distinción entre la obediencia a las leyes civiles y la obediencia a las leyes Divinas, lo material frente a lo espiritual: “Pues dad a César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios” (Mateo XXII,21)

En medio de todo lo que se puede opinar sobre cuál debe ser la relación entre el Estado y la Iglesia, en pro de la Sociedad. El factor crucial para el desarrollo siguen siendo los seres humanos, somos la solución y no el problema. El crecimiento  per cápita ha aumentado más en un siglo y medio debido a factores como: acumulación de capital humano, físico y nuevas tecnologías antes que al crecimiento básicamente demográfico.

El daño al planeta por la adoración al dios dinero, ha traído graves consecuencias a la vida humana, animal, vegetal y al medio ambiente.

Como dijo el Papa Francisco en al año 2014: “El acaparamiento de tierras, la deforestación, la apropiación del agua, los agrotóxicos inadecuados, son algunos de los males que arrancan al hombre de su tierra natal. El cambio climático, la pérdida de la biodiversidad y la deforestación ya están mostrando sus efectos devastadores en los grandes cataclismos que vemos”

El mundo no puede seguir en banales discusiones de quién debe prevalecer: El Estado o la Iglesia, juntos tienen que abordar el objetivo primordial e impostergable, eliminar gradualmente la inequidad que constituye una lacra para la humanidad.

“El hombre encuentra a Dios detrás de cada puerta que la ciencia logra abrir” (Albert Einstein)

viernes, 13 de diciembre de 2019

AMÉRICA LATINA: ¿PREVALECEN LOS DERECHOS SOBRE LOS DEBERES?


Estamos en el siglo XXI, donde los avances tecnológicos nos abren muchas puertas al conocimiento universal, y entre otros prodigios, el traspasar las fronteras de nuestro planeta, sin embargo casa adentro, es frustrante constatar que los seres humanos estamos en un proceso de involución.

Los inventos no solo han producido mayor bienestar material, aunque a la par el armamentismo acelerado, más que una circunstancia que justifique un equilibrio para mantener la paz mundial, se ha convertido en una suerte de lotería, que por fines de lucro y codicia, ponen a la sociedad del mundo en un  grave estado de estrés.

Con posterioridad a la segunda guerra mundial y luego de ese holocausto, han germinado una serie de acciones de orden mundial y regional, en pro de buscar una sana convivencia humana.

Instituciones como las Naciones Unidas –NN.UU. y la Organización de Estados Americanos – OEA, para citar dos de ellas, entre otras finalidades, han puesto especial énfasis en la protección de los derechos esenciales del hombre en función de los atributos de la persona humana.

En el año 1948, en la Novena Conferencia Internacional Americana celebrada en Bogotá, Colombia, se aprobó “LA DECLARACIÓN AMERICANA DE LOS DERECHOS Y DEBERES DEL HOMBRE”

Más allá del número de artículos en temas de Derechos (28) frente a (10) de Deberes, la temática y su contenido es por demás positiva. Las garantías que en su legislación contienen las normas de cada país, más lo que abarca la mencionada declaratoria  de la OEA, son aspectos de amplio conocimiento, y que han servido de base para la incorporación de los mismos, en mayor o menor grado, en todas las constituciones de los países miembros de la OEA.

En el mundo y en particular en Latino América, han proliferado las Organizaciones de Derechos Humanos, lo cual es meritorio, no así, el sesgo que manifiestan en la práctica la mayoría de Organizaciones Sociales y ONG’s, fruto de una carga ideológica de “izquierda trasnochada” que no juzga con la misma vara a las instituciones y personas.

Este aserto es consecuencia de la praxis evidenciada a través de muchos años en gran parte de los países latinoamericanos.

Solo en lo que va del año 2019, en los siguientes países: Ecuador, Chile, Haití, Colombia, Perú, Honduras, El Salvador, Venezuela, principalmente, se han producido serias y graves protestas con violencia, convulsión social y crisis política, con connotación nacional.

Algunas organizaciones sociales (sindicalistas, trabajadores de la industria y comercio, transportistas privados, entre otros) movimientos indígenas, partidos políticos de izquierda y populistas, han sido cabecillas de actos de insurgencia con el membrete de reivindicación social. Hasta allí comprensible, en razón de que muchos de los gobiernos de turno no han sido capaces de solucionar gradualmente la problemática social.

Las demandas no solo de estos actores sociales, sino de la inmensa mayoría de la población de estos países es justa, y tiene que ser visibilizada, pero en paz, con orden y, respetando los derechos de los demás.

¡Los derechos de una persona terminan donde comienzan los derechos de otra!

Es verdad que en algunos países se ha logrado disminuir en algo la pobreza, pero en contraste ha crecido la desigualdad.

Es un hecho que América Latina es la región más desigual del mundo y con la mayor corrupción.
Sin embargo el fin no justifica los medios.

En las protestas realizadas en meses pasados en los países mencionados, hubo infiltración extranjera de sicarios y mercenarios, que actuaron en unos casos junto a determinados “líderes” sindicales, indígenas, políticos, con el solo objetivo de crear el caos, sembrar miedo, destruir la propiedad pública y privada, paralizar el flujo de personas, bienes y servicios.

Se vejó y secuestró a policías, militares y funcionarios del Estado, cuya función por Ley es resguardar el orden público. (Ecuador)

Similar situación se dio contra periodistas y ciudadanos que con criterio y razón, daban cuenta de los hechos y llamaban a la paz y al diálogo. (Ecuador)

Fuerzas oscuras con mucho dinero y organización, manejaron desde el extranjero a algunos “tontos útiles” que fungían de ciudadanos pobres, que luchaban por los pobres. Vivarachos que aprovecharon las circunstancias para actuar en beneficio propio.

El corolario de lo anteriormente descrito, nos lleva a la pregunta siguiente: ¿Las Organizaciones de Derechos Humanos, nacionales y extranjeras, no tienen también la obligación estatutaria y moral de defender los derechos de policías, militares y ciudadanos afectados por los hechos de violencia?

¿Existen en el mundo y en nuestros países Organizaciones de Deberes Humanos que eleven la voz por el respeto a la vida, propiedad y a pensar distinto, de lo que quieren y piensan los agresores antes mencionados?

Los Deberes humanos van más allá de lo que proviene de la ética y moral.

Cabe resaltar tres deberes básicos que contiene la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre (OEA):

1. Deberes ante la sociedad.
2. Deberes de obediencia a la Ley.
3. Deber de trabajo.

Estos Deberes son básicos para una sana convivencia humana y no fueron respetados en gran medida en los países anteriormente citados, causando gran conmoción social, enormes pérdidas económicas a empresas privadas, propiedad pública y a los ciudadanos que viven de su trabajo.

Muchos nos preguntamos si lo que se pretendió, y posiblemente se pretenderá a futuro, es instaurar el anarquismo en  nuestros países.

Si no se sanciona con ejemplaridad, aplicando todo el peso de la Ley a los cabecillas de las “protestas” y sujetos que cometieron actos como: destrucción de bienes públicos y privados, ultraje y secuestro a ciudadanos civiles, policías y militares, habrá triunfado la impunidad y quedará un antecedente nefasto para la libertad y la democracia.

Marta Lagos, Directora de la encuesta regional Latinobarómetro, dice refiriéndose a América Latina: “Aquí no fracasan los gobiernos; están fracasando los Estados”

Una sociedad donde solo se aplican los Derechos y se omiten los Deberes, está condenada a regresar a la época de las cavernas.

“Si haces lo que no debes, deberás sufrir lo que no mereces” (Benjamín Franklin)