El 11 de abril del año 2021 marcará el destino del Ecuador. ¿Seguiremos siendo una República Democrática o nos convertiremos en un narcoestado?
La paradoja se encuentra en que, pese a que la decisión recae
en el consentimiento de 13.1 millones de ecuatorianos aproximadamente, que
estarían habilitados para expresar su voluntad en las urnas, la falta de
educación de la mayor parte de la población facilita para que populistas
demagogos engañen de manera fácil a los ciudadanos, con ofertas de
asistencialismo en unos casos imposibles de cumplir y en otros con dádivas que
menoscaban su honor y dignidad.
Queremos los ecuatorianos una
República: “…forma de gobierno regida por el interés común, la justicia y la
igualdad” (RAE). Hablamos de una organización del Estado contraria a la de los
regímenes despóticos y tiranos.
O acaso la ignorancia definirá que sin querer ni entender,
terminemos siendo un narcoestado: “Forma de gobierno en la cual interactúan las
mafias del negocio de narcóticos con las autoridades de un país”. El objetivo
de esta organización delictiva ruin y perversa (es el peor cáncer de la
humanidad) no es el bienestar de la población, sino secuestrar el poder
político para obtener poder económico, para un grupo de cabecillas y sus
adláteres.
Hoy más que nunca, entendemos la vital importancia que la
educación de calidad tiene en el futuro económico, político, social y cultural
de una nación.
Países como: Noruega, Dinamarca, Finlandia, Suecia, Canadá,
Japón, Estados Unidos de Norteamérica, entre otros, son una muestra de la
relevancia de apostar primero que nada en cimentar la educación de calidad.
En la otra orilla países como: México, Argentina, Cuba,
Bolivia, Nicaragua, Irán, Rusia, entre otros, representan la cara oscura del
populismo, comunismo y socialismo trasnochado, donde la mala calidad de la
educación ha sido y es tierra fértil para sembrar demagogia, engaño, odio y
división entre ciudadanos buenos y malos, ricos y pobres, los que están con el
gobierno o en contra de este.
El 11 de abril próximo tenemos la última oportunidad los
ecuatorianos sin excepción alguna, de escoger entre: caer en la profundidad de
un abismo sin retorno que es el socialismo del siglo XXI y los que lo impulsan
y sostienen (Rusia, China, Cuba, Irán) o sujetarnos del brazo de la libertad,
soberanía y autodeterminación, como parte de una República democrática, con
división de poderes y el respeto de los derechos humanos.
Tenemos un espejo cercano donde mirarnos y es el hermano
pueblo de Venezuela, muchos años atrás un país rico en recursos naturales y
gente trabajadora, con las reservas de petróleo más grandes del mundo y desde
hace más de dos décadas, convertido por las demagogia chavista y madurista y el
secuestro del régimen cubano, en una nación donde la igualdad es sinónimo de
pobreza, pérdida de la libertad y el éxodo más lacerante de personas pobres que
se registra en la era moderna y cuya causa no es la guerra.
¿Votaremos por la supresión de la dolarización y el inicio de
una espiral inflacionaria galopante con la instauración de una moneda propia?
Si esto sucede será muy tarde para darnos cuenta de que perdimos
el rumbo, nuestros bienes personales y lo más preciado, la libertad.
Despertemos antes de caer en lo que hoy es Venezuela, una
nación con carencia de: empleo, vivienda, medicinas, combustibles (gasolinas,
diésel, gas) y alimentos, entre otras penurias.
¡Es inverosímil que un venezolano hoy en día tenga que pagar
con un billete de 1 millón de bolívares para comprar un solo pan!
Cuesta mucho pensar que solo dependemos de la intuición y en
sentido común de la mayoría de nuestros compatriotas para nuestra
supervivencia.
“El hambre, el amor, el dolor y el miedo son algunas de esas
fuerzas internas que rigen el instinto del individuo para la autoconservación”
(Albert Einstein)