”Capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente
perturbador o un estado o situación adversos” (DRAE).
Ante la realidad política,
económica, social y cultural que viven algunos países de nuestra región con
signos evidentes, tales como: polarización política en la población, ruptura de
la institucionalidad, crisis económica con aguda recesión, serias deficiencias
en los sistemas de salud, educación, vivienda, seguridad y generación de empleo
y fracturas de la sociedad en lo ético y moral, surge irremediablemente, la urgente necesidad
de visualizar vías de solución a esta problemática, que afecta de manera
inexorable el destino de todos los ciudadanos sin distinción alguna.
Visualicemos dos casos cercanos y
con grados de similitud uno con el otro. Por un lado la triste y dura realidad
por la que atraviesa Venezuela, situación que no se puede ocultar con
propaganda, discursos nacionalistas y denostando al que piensa diferente o no
se encarrila en la “ideología” de los que ostentan el poder y no se resignan a
perderlo.
En similar orilla está el caso de
Ecuador, donde tampoco se puede negar de manera objetiva, desinteresada y
apasionada, la seria situación política, económica y social por la que atravesamos.
Esta situación tiene su origen en la desacertada conducción del país por parte de
la clase política tradicional, que busca retener el poder como fin supremo,
para lo cual el fin justifica los medios.
La verdad amarga tomada como
ejemplo de lo que sucede en muchos países cercanos, para la “clase política” tradicional,
para aquellos que han elegido formar y/o pertenecer a un partido o movimiento
político (“actividad de quienes rigen o aspiran a regir los asuntos
públicos“-DRAE) salvo honrosas excepciones, el fin en la praxis no es servir a
los intereses de todos los ciudadanos, por el contrario es servirse de la
función pública con fines individuales, grupales y/o partidistas.
El árbol genealógico político que
se podría dibujar hoy en día, para el Socialismo del Siglo XXI, en algunos
países de nuestra región, tendría la siguiente presentación:
Asamblea Constituyente .......Constitución híper presidencialista......Ejecutivo autócrata con:
1. Congreso
obsecuente;
2. Justicia
rehén;
3. Consejo
electoral obediente;
4. Entidades
de control subordinadas;
5. Gobiernos
Provinciales y Cantonales dependientes económicamente; y,
6. Sociedad
civil carátula.
Este diagnóstico sumario que no
requiere de mayor análisis nos lleva a una pregunta obvia:
¿Cómo salir de ésta encrucijada?
La respuesta es dual: ¡difícil y fácil!
Difícil, porque hay que sortear innumerables obstáculos:
constitucionales, normativos, reglamentarios, competencias, conductas culturales,
actitudes, principios y valores éticos y morales, entre otros.
Hay la urgente necesidad de
solucionar la crisis política, económica, social y cultural que tienen estos
países, en mayor o menor grado, con carencias fundamentales, tales como:
desistitucionalidad, falta de empleo productivo, alto nivel de subempleo y
desempleo, ineficaz sistema de salud pública, sistema educativo dirigido y no
consensuado, enorme déficit de viviendas propias, alto costo de la vida,
resultado básicamente por la ausencia de políticas que incentiven la
producción, eleven la productividad, competitividad e innovación, continuismo
del modelo agroexportador, inconsulto proteccionismo y ausencia de políticas
públicas que atraigan la inversión extranjera directa.
De otra parte, existe un excesivo
protagonismo del Ejecutivo en actividades para las cuales no cuenta con las
competencias requeridas, hay ausencia de jerarquización y priorización en
muchas de las inversiones públicas, excesivo gasto público no acorde con el
tamaño de la economía, elevado nivel de la deuda pública e inadecuadas
condiciones en su contratación, inseguridad jurídica que frena y desincentiva
la inversión privada interna y extranjera, entre otros aspectos.
Fácil, en teoría. Existen experiencias llevadas a cabo con éxito en
otros países como por ejemplo: España, Chile, Irlanda, etc. donde el pueblo
harto de la clase política presionó hasta en las calles, para que los políticos
piensen en función de país y dejen a un lado sus diferencias “ideológicas” y antagonismos,
y lleguen a concertar. Resulta evidente que es fácil dialogar sobre temas que
son comunes para cualquier sociedad y por ende deben ser tratados por los
políticos, independientemente de su visión partidista, tales como: Educación,
salud, vivienda, empleo, crecimiento económico, infraestructura física,
producción, comercio exterior, sector financiero, etc.
Entre la visiones cerradas, de un
polo político que sostiene que el Estado debe controlar y manejar todo y la del
otro polo político que defiende que el sector privado debe sujetarse solo a las
“reglas del mercado” (oferta y demanda) y que el mercado encuentra los
equilibrios, no es posible que exista diálogo y peor aún se llegue a consensos.
Los extremos no son buenos para
ningún país y por ende para su población, en cualquiera de los aspectos
señalados anteriormente.
¿Cuándo aprenderán los políticos
que se requiere de pragmatismo?
Los mandantes, o sea el
pueblo debe conminar a los políticos a dialogar, concertar y llegar a acuerdos,
para que cuando sean mandatarios gracias a su voto, viabilicen políticas
públicas de largo plazo que tengan como objetivo que los ciudadanos tengan una
vida digna, en libertad, con paz y progreso.
Hay que erradicar: dogmatismo,
clientelismo, asistencialismo y caudillismo. Estas prácticas populistas crean
pan para hoy y hambre para mañana.
Repetir mil veces una mentira no
la convierte en verdad, un pueblo culto y educado no se traga ruedas de molino,
no acepta que algo falso se convierta en verdadero. El demagogo busca seducir
al pueblo apelando al aspecto emocional de las personas y con el uso intenso de
la propaganda, factura que termina pagando siempre el pueblo.
La verdad es un valor
fundamental, indubitable, claro y sin lugar a tergiversación, no puede el
pensamiento y obra de los politiqueros convertirse en engaño con la utilización
de artificios, presentando al pueblo, a través de diversos medios de
comunicación lo contrario de lo que se sabe.
La concertación, objetivo
racional, se consigue a través del diálogo sincero, patriótico y democrático,
pero incluyente. Para ello hay que anteponer los objetivos nacionales que son
de largo plazo, a los interese particulares que
buscan captar poder para por este medio alcanzar prebendas y riqueza
material para unos pocos, los del grupo, algo deleznable.
La verdadera solución para un
país democrático y republicano no está en adoptar el modelo socialista, ni el
modelo capitalista, tampoco se trata de copiar
una tercera vía de modelo político y económico como sostienen ciertos
políticos. Hay que construir una única vía, ajustada a la realidad de cada
país, sin membrete ni patente alguna, que provenga de un proceso de
CONCERTACIÓN, que permita que los sectores público y privado trabajen juntos
con transparencia, patriotismo y por los mismos propósitos.
Importa como fin supremo únicamente
el bienestar de toda la población, el presente y futuro de las familias, que en
un marco de equidad se busque convergir en el tiempo a la igualdad de todos los
ciudadanos, eliminando rezagos negativos del pasado, sin discriminación alguna y
cumpliendo los principios fundamentales consagrados en toda Constitución
democrática, donde prime una verdadera democracia, institucionalizada, con
plena libertad de expresión y con los contrapesos vitales de los poderes
ejecutivo, legislativo y judicial.
Los ecuatorianos necesitamos practicar
una persistente resiliencia, para superar la desilusión que nos dejado la clase
política a lo largo de la historia.
¡El destino de un país es
demasiado importante como para dejarlo en manos de los políticos tradicionales!
“El único Estado estable es aquel en que todos los ciudadanos son iguales ante la ley” (Aristóteles).