La década transcurrida entre los
años 2007 a 2017 en el Ecuador, podría recalificarse como: “década corrupta” y debería ser para el olvido, pero
la realidad de su implicación en la sociedad, impide este propósito por
innumerables hechos ocurridos en este período, la mayoría de ellos negativos
para el país en su conjunto, destacándose en particular la corrupción galopante
que llegó a corroer hasta los cimientos de la nación, todo gracias a la
insurgencia del peor de los populismos conocidos en su historia republicana.
Los hechos hacen pensar que todo se
inició con un plan minuciosamente elaborado por los politiqueros de siempre,
aquellos que nunca llegaron al poder, pero que tenían ansias locas por
alcanzarlo: ex – guerrilleros, resentidos sociales, comunistas, socialistas,
anarquistas, arribistas, insurgentes, politiqueros fracasados, etc. Esta
situación coincidió en el momento exacto cuando se arrastraba un largo período de
inestabilidad política, económica y social en el país y que se evidenciaba en
el descontento popular acumulado por causa de los desgobiernos que fueron
expulsados del poder, por su ineficiencia e inexperiencia, entre otros
aspectos.
Consiguieron que se desestabilice
el Congreso Nacional, sustituyendo a los miembros principales por los
suplentes, penetraron la justicia para conseguir jueces obedientes, coptaron
los organismos de control, engañaron al pueblo con consignas nacionalistas, con
un discurso trillado y fuera de contexto en pleno siglo XXI, como luchar contra
el imperialismo yanqui, la clase media alta y los empresarios que tenía mucho
dinero, calificándoles de “pelucones”, creando así una división de clases entre
pobres y ricos, buenos y malos, nacionalistas y pro – imperialistas, sumisos al
gobierno y opositores por disentir de sus postulados, etc.
Implantaron la idea que era
necesaria una asamblea constituyente, para dibujar una constitución
hiperpresidencialista, con la cual debilitaron a los poderes legislativo y
judicial, además de adecuar la legislación de todos los organismos de control
del estado. Pero también crearon otros dos poderes, la Función de Transparencia
y Control Social y la Función Electoral, con fines de consolidar el poder
total.
Modificaron leyes y normas de
manera de poder viabilizar el control que la función ejecutiva tendría sobre las
otras funciones del estado, estableciendo un sistema de aparente “meritocracia”,
mediante el cual llegaron a ocupar la gran mayoría de las distintas dignidades en
todas las funciones del estado, curiosamente con gente afín al gobierno, colonizando todo el
andamiaje público, para poder ejercer desde el poder ejecutivo la voluntad de
un gobernante autócrata.
La bonanza económica,
especialmente por los altos precios del petróleo exportado, más la alta carga
impositiva y el endeudamiento interno y externo, fueron las fuentes que llenaron
las arcas fiscales de dinero que se dilapidó, primordialmente en obra pública,
la misma que se evidencia que no fue adecuadamente planificada, sin
priorización y jerarquización, sin un adecuado análisis de costo-beneficio, ni
estudios técnicamente realizados, creando en la mayoría de ecuatorianos una
suerte de encantamiento de estar frente a un gobierno proactivo y exitoso,
preocupado por la modernización y el crecimiento del país.
Paralelamente, cabe suponer que
la intención objetivo fue construir un andamiaje que permitió que la corrupción
florezca, especialmente en la obra pública, que facilitó el contubernio entre lo público y lo privado, con
la ejecución de obras faraónicas (la pseudo refinería del Pacífico), obras innecesarias
(aeropuertos inutilizados: Tena y Santa Rosa), hidroeléctricas con enormes
sobrecostos (Coca Codo Sinclair, San Francisco, Manduriaco, etc.), planta de
gas con graves fallas de construcción (Bajo Alto), etc. etc., son innumerables
los casos también en otros sectores de la economía, que se encuentran bajo
procesos judiciales o en los cuales hay fuertes evidencias de corrupción.
Se privilegió la participación e
injerencia relevante de las empresas extranjeras pertenecientes a países afines
al gobierno nacional y/o a ciertas empresas privadas, nacionales y extranjeras,
impidiendo de esta manera la participación de la gran mayoría de empresas
privadas nacionales, que en algunos casos terminaron siendo subcontratadas por
las del exterior para la ejecución de la obra de infraestructura física, con
obvios sobrecostos.
La “década corrupta” (algunos
sumisos dirán que es cuestión de semántica) sustituye a la “década ganada” y paulatinamente
los casos de corrupción pública van saliendo a la luz, existiendo ya varios
casos que se encuentran con procesos judiciales.
Por ciertas evidencias perecería
ser que se trata de solo la punta del iceberg de la mega corrupción perpetrada y
que tiene su epicentro en la obra pública, la cual de manera especial deberá
examinarse mediante auditorias técnicas independientes y de procedencia extranjera,
para determinar con objetividad la real dimensión del perjuicio causado al país
y procesar a los responsables (funcionarios públicos y empresarios privados)
para que mediante una justicia “independiente” no quede en la impunidad el
inmenso latrocinio perpetrado al país.
Corrupción no solo es entre otras
definiciones la apropiación indebida de recursos, en particular del dinero de
otros (del pueblo) en el caso que nos ocupa, también es:
· Dejar en la impunidad los casos que han sido
evidenciados y aquellos que surjan de auditorías técnicas, independientes y que
realicen técnicos extranjeros calificados.
· No judicializar los casos descubiertos,
tipificando correctamente el tipo de delito cometido y sancionarlos con todo el
rigor de la Ley.
·
No recuperar para el país, los dineros y bienes
mal habidos, mediante una Ley de extinción de dominio, que persiga el dinero y los
bienes de los involucrados en los diferentes tipos de delitos penales, sin que
exista lugar a prescripción de las acciones judiciales que correspondan, a fin de recuperar los recursos
robados al pueblo.
Pero paralelamente, es de crucial
importancia que la sociedad en su conjunto, lo público con lo privado, inicien
una campaña intensa y de largo aliento que llevará décadas, con el propósito de
educar a las nuevas generaciones de ecuatorianos en principios y valores,
éticos y morales. Sin este elemento, la corrupción no solo que no se erradicará,
sino que crecerá más y más, hasta convertirse en una suerte de metástasis.
Para desgracia de América Latina
y de algunos países de otros continentes, el populismo y la pérdida y/o
ausencia de educación en principios y valores en una buena parte de la
población, es el caldo de cultivo para que individuos audaces y que se creen mesiánicos,
engatusen a la gente, atropellen la democracia y sus fundamentos, para terminar
como lo que realmente son, unos vulgares “ladrones”.
“El primer signo de la corrupción en una sociedad que todavía está viva
es que el fin justifica los medios” (Georges Bernanos)
“El poder no corrompe. El miedo corrompe, tal vez el miedo a perder el poder” (John Steinbeck)