Hoy en día no se puede
concebir administrar un Estado sin contar con un plan económico integral que
emerja de una construcción consensuada entre lo público y privado, con claros
objetivos de mediano y largo plazo y que defina con precisión los medios y las
estrategias para alcanzarlos.
No basta con que el ejecutivo
responsable de construir y llevar a buen término el plan económico establezca
las metas cuantitativas y cualitativas de crecimiento económico sostenibles,
sino que es fundamental contar con el involucramiento del sector privado
nacional e internacional para alcanzar los resultados esperados.
El crecimiento económico
sostenible es condición necesaria, pero no suficiente. Es imperativo alcanzar
conjuntamente el desarrollo integral en lo social, humano, ambiental e
institucional. En consecuencia, lo que se debe perseguir es el bienestar de la
sociedad en su conjunto en términos de alcanzar una buena calidad de vida,
igualdad de acceso a las oportunidades y plena libertad y justicia.
El sector privado debe ser la
locomotora que arrastre los vagones del crecimiento económico, mientras que al
sector público le compete crear con visión, las condiciones para que la actividad
productiva actúe con un horizonte presumible, definiendo en consenso el: ¿Qué?-¿Cómo?
y ¿Para quién?
Para ello es condición sine
qua non generar reglas de juego prácticas, claras y que perduren en el tiempo,
dando previsibilidad a la acción de planeamiento empresarial y permitiendo una
adecuada gestión gerencial.
¡Se necesita un Estado
pequeño, moderno y profesional que controle con eficacia, responsabilidad y
honestidad, las funciones previstas en el ámbito de su competencia!
Hay que propiciar y apuntalar
a un sector privado pujante, innovador y emprendedor, que cumpla a cabalidad
sus responsabilidades para con la sociedad, pagando sus tributos, generando
empleo productivo y riqueza, a través de una relación activa y permanente con
trabajadores, universidades y el poder ejecutivo.
Desterremos la polarización:
Ni el Estado obeso, que quiera hacerlo todo, incluso producir bienes y
servicios propios de lo privado, ni el sector empresarial sin ley y control que
pretenda que su único fin es producir utilidades a cualquier costo.
Dos mecanismos mal aplicados
en especial distorsionan en gran medida a nuestra economía:
· La irracional aplicación de subsidios que
benefician a los que más tienen. Urge sincerar gradualmente el precio de los
combustibles (gasolina, diesel, etc.) y focalizar solo el subsidio del gas y el
bono de desarrollo humano, a favor de la población técnicamente calificada en
situación de pobreza, con transparencia, control y manejo profesional y bajo
criterios de temporalidad, gradualidad y abatimiento.
Que estas
medidas tienen costo político, indudable, pero hay que tener el coraje para
adoptarlas, para transparentar la economía.
· La carga de impuestos al sector privado tiene
que guardar correspondencia con la situación de crisis por la que atraviesa la economía,
eliminando aquellos que son una rémora para la expansión de la actividad
productiva y la generación de empleo y dando a estos actores seguridad de su permanencia
en el tiempo.
Luego de una década obscura,
el Ecuador necesita reencontrarse con el sendero de la institucionalidad,
avizorar un futuro esperanzador y sanar las heridas causadas por el populismo
demagógico que hundió la economía, los principios y valores éticos y morales y
dividió a la sociedad con las peores artes.
Necesitamos ya un verdadero
cambio:
1. Urge una nueva visión de país, realista, que se
abra al mundo globalizado sin los temores sembrados por la influencia de
ideologías caducas y demagógicas;
2. Hay que erradicar los abrojos que causaron la crisis
económica actual y que fue producto de acciones u omisiones de la anterior administración
del país, dejando secuelas de una aberrante corrupción y un enorme perjuicio a la
sociedad;
3.
Es imperativo contar con un plan económico
integral de largo plazo, concertado y que busque gradualmente insertarnos en la
economía mundial;
4. Requerimos potenciar la educación de calidad
como generador del cambio, visibilizando esta prioridad en el presupuesto del
estado;
5.
Recuperemos la institucionalidad que ha sido
desmembrada y es disfuncional en la actualidad para alcanzar fines superiores;
6. Propiciemos una reingeniería en todos los
poderes del Estado, para modernizarlos, quitar adiposidad y suprimir la maraña
de requisitos y procedimientos requeridos actualmente en todo trámite, que son
una rémora que impide crear condiciones de competitividad;
7. Auspiciemos el diálogo, respetemos la diversidad
y trabajemos todos en paz y armonía, sin permitir que la política sea el eje
trasversal en todos los aspectos de nuestra vida; y,
8. Convengamos que el ser humano debe ser el
objetivo supremo de todo plan económico integral y, que el enemigo común a
vencer debe ser la desigualdad e inequidad que subyace en nuestra sociedad.
Los
problemas del presente son herencia del pasado y es incuestionable que hay que
solucionarlos, sin perdón y olvido para quienes por incompetencia, negligencia
y deshonestidad, llevaron al país a la peor crisis de su historia.
Cero
tolerancia a la impunidad, la justicia y los organismos de control deben mucho
al país por su ineficacia, indolencia y por mirar hacia un lado. El Estado
tiene que recuperar de los corruptos el dinero mal habido.
¡Con visión de futuro, no cabría pretender
manejar el vehículo llamado Ecuador, en lo económico, social, judicial e
institucional, mirando primordialmente por el espejo retrovisor y anclados en
el modelo estatista del pasado!
No produce
confianza en los agentes económicos nacionales e internacionales, constatar que
muchos de los artífices de la fracasada década pasada, siguen conduciendo el
mentado vehículo, pese a la incompetencia demostrada.
La única
moneda dura en el mundo es la confianza, perdida ella no hay quien quiera
atesorar bien alguno.
Invito con
sinceridad al actual mandatario, a quien el pueblo (su mandante) le eligió para
representarlo, para que honre la confianza depositada en él, se libere de la
disciplina partidaria, proceda con pragmatismo y piense y actúe en función de
país y cambie a tiempo de rumbo, caso contrario la historia no perdona, pasará
como muchos cerca o lejos de ella pero sin llegar a quedarse.
Uno de los
casos paradigmáticos que recoge la historia, fue el de Felipe González
Márquez, de Secretario del Partido
Socialista Obrero Español, pasó a ser presidente del gobierno de España. Hombre
de arraigada formación y convicción socialista, cuando asumió la conducción de
un país en crisis, dejó a un lado la receta de su partido y con visión y pragmatismo
abrió España al mundo y a la modernidad con medidas de políticas públicas
apartadas de la tradicional receta socialista y consiguió entre otros
resultados, el saneamiento de la economía y la reconversión industrial,
ubicando a España en la mira de la inversión nacional y extranjera directa y en
la senda del crecimiento sostenido y el desarrollo económico y social.
“El éxito
tiene muchos padres, pero el fracaso es huérfano” (John F. Kennedy)
¿LOS POLÍTICOS SIRVEN AL PAÍS, LOS POLITIQUEROS A SU PARTIDO, EN QUE CASILLERO SE UBICA EL NUEVO PRESIDENTE?
ResponderEliminarHay que cambiar de políticas en lo económico o el país no saldrá de la crisis, más de lo mismo es inaceptable.
ResponderEliminarES BUENO QUE EL PRESIDENTE ESCUCHE LA OPINIÓN PÚBLICA Y COMIENCE A REALIZAR CAMBIO EN LA CONDUCCIÓN DE LA ECONOMÍA. FALTAN AÚN MUCHOS OTROS.
ResponderEliminar¿Cuando se pasará en Ecuador de la política de los elogans a la de actuar con pragmatismo e impulsar Leyes de apunten a la inserción en un mundo globalizado?
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