La autonomía administrativa,
técnica y financiera de los Bancos Centrales es una condición sine qua non, que
responde a la realidad de un mundo globalizado y donde la innovación
tecnológica principalmente, exige
procesos de cambio permanentes que permitan adaptar las políticas: monetaria, financiera,
crediticia y cambiaria, entre otras variables, a la realidad económica, social
y cultural mundial.
Desde 1989 con Chile se
inicia un proceso de cambio en el rol de los Bancos Centrales en Latinoamérica
(que responde a la nueva realidad de Latinoamérica y la necesidad de reformas
estructurales que buscan modernizar a la región, en consonancia a lo que existe
en Europa y Norteamérica) no solo dotándole de nuevas funciones macroeconómicas,
sino blindándoles del interés político de los gobiernos y del poder corporativo
privado, otorgando a los Bancos Centrales, plena autonomía y convirtiéndoles en
el “tercero confiable”
Siguieron a Chile en este
proceso de independencia de los Bancos Centrales: Colombia (1991), Argentina
(1991), Perú (1992), Venezuela (1993), México (1994), Bolivia (1995), Brasil
(1998) y Ecuador (1998) con ciertas diferencias de fondo y forma entre ellos.
La Ley de Régimen Monetario
y Banco del Estado de 1992, ya confería al Banco Central del Ecuador “autonomía”
La Constitución Política del
Ecuador de 1998, en el artículo No. 261, inciso primero, determina que el Banco
Central del Ecuador (BCE) es ”una persona jurídica de derecho público con autonomía
técnica y administrativa, tendrá como funciones establecer, controlar y aplicar
las políticas monetaria, financiera, crediticia y cambiaria del Estado y, como
objetivo, velar por la estabilidad de la moneda”
El sistema de dolarización adoptado
por el Ecuador en el año 2000, luego de la crisis del sistema financiero
nacional del año 1999, determinó que se expidan reformas legales para adecuar el
rol de la institución al nuevo esquema monetario y cambiario, reforzando su
protagonismo y funciones para que coadyuven al crecimiento y desarrollo del
país.
Mediante Decreto Ejecutivo
No. 1589 de 13 de junio de 2001, se establece el Nuevo Estatuto Orgánico del
BCE, en el cual se define como su Misión “Promover y coadyuvar a la estabilidad
del país, tendiente a su desarrollo, para lo cual deberá: realizar el seguimiento
del programa macroeconómico; contribuir en el diseño de políticas y estrategias
para el desarrollo de la nación; y, ejecutar el Régimen Monetario de la
República, que involucra administrar el sistema de pagos, invertir la reserva
de libre disponibilidad y, actuar como depositario de los fondos públicos y
actuar como agente fiscal y financiero del Estado”
Los artículos Nos. 258 y 263
de la referida Constitución de 1998 y otras normas legales (Ley de Régimen
Monetario y Banco del Estado, Ley Orgánica de Responsabilidad, Estabilización y
Transparencia Fiscal, etc.) refuerzan la visión de los legisladores sobre la
importancia de las funciones de BCE, en la coyuntura y futuro económico, social
y cultural del país.
Sin embargo, al gobierno de
la década perdida (2007-2016) le estorbaba para sus fines políticos populistas
y protervos de atraco a los fondos públicos, la existencia de un Banco Central
autónomo, con independencia técnica, administrativa y financiera, que impida en
el ámbito de sus funciones, que el gobierno: maquille el presupuesto general
del Estado, altere las estadísticas macroeconómicas (deuda, empleo, déficit
fiscal, etc.), use la Reserva de Libre Disponibilidad – RILD como caja chica,
etc. en definitiva, que un organismo técnico, independiente y transparente, contraste
las políticas y acciones del gobierno cuando éstas se alejan de las normas
legales y principios técnicos universales.
Para anular al Banco Central
del Ecuador – BCE, con la complicidad de la Asamblea Nacional, la
Superintendencia de Bancos y la Contraloría General del Estado, el ejecutivo
logró que la Asamblea Constituyente de 2008, quite la autonomía al BCE. Esta
acción fue refrendada posteriormente, mediante reforma a la Ley de Régimen Monetario
y Banco del Estado en el año 2009, dejando al BCE como una simple institución
que ejecutará las políticas que emanen del ejecutivo.
Efectivamente el Art. No.
303 de la Carta Magna de 2008 dice: “La formulación de las políticas monetaria,
crediticia, cambiaria y financiera es facultad exclusiva de la Función
Ejecutiva y se instrumentará a través del Banco Central. La ley regulará la
circulación de la moneda con poder liberatorio en el territorio ecuatoriano.
La ejecución de la política
crediticia y financiera también se ejercerá a través de la banca pública.
El Banco Central es una
persona jurídica de derecho público, cuya organización y funcionamiento será
establecido por la ley”
Luego de diez años de
desgobierno y corrupción (2007-2016) es evidente la razón por la cual había que
destruir la institucionalidad creada en el Ecuador, entre otros objetivos
estaba, acabar con el BCE, organismo que había sido administrado con probidad, técnica y profesionalismo. ¡El tercero confiable!
Se aduce con ignorancia en
algunos casos o con sesgos ajenos a la praxis en otros, que en dolarización no
debe existir un Banco Central, en razón de que al no emitir moneda, no existe política
monetaria y cambiaria, teoría sobre la cual hay discrepancias entre académicos
(argumento sostenido por el gobierno Correísta para librarse de un veedor que
observe sus prácticas anti técnicas y amorales).
Las funciones de un Banco
Central cuando prescinde de mantener su propia moneda y adopta otra (Ej.
Ecuador, Panamá y El Salvador, con dolarización) o la zona euro (19 países de
la Comunidad Europea, que adoptaron el euro como moneda común) demuestra que en
todos ellos, menos en Ecuador en la actualidad, subsisten Bancos Centrales
autónomos, con plena independencia y que cumplen múltiples funciones más allá de poder
emitir su propia moneda, para coadyuvar al crecimiento sostenido de la economía
y el desarrollo de sus pueblos.
Es de sanidad macroeconómica,
crediticia, financiera, monetaria y cambiaria (limitada) que el Banco Central del Ecuador
vuelva a ser una institución con independencia técnica, administrativa y
financiera.
¡Es
una tarea pendiente del actual gobierno!
Con esta decisión se
conseguiría mayor credibilidad tanto dentro como fuera del país y, se obtendría
mayor confianza y transparencia para: incrementar la inversión extranjera, más crecimiento
del comercio exterior, mejorar el perfil de la deuda externa, dar credibilidad
a los presupuestos del Estado, disponer de indicadores macroeconómicos
confiables, además de los objetivos propios que son competencia de un Banco
Central.
Hay que quitar toda injerencia
política en el Banco Central de Ecuador.
¡No dejaré que nadie camine por mi mente con sus pies sucios! (Mahatma Gandhi)
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