Presenciamos con indignación, repudio e impotencia como la
corrupción ha echado raíces en el mundo, convirtiéndose en una metástasis que
se ha tomado el cuerpo de la sociedad.
Las múltiples formas en que se manifiesta la corrupción y su repercusión
han llegado a tal nivel, que no solo erosiona las finanzas públicas de un
Estado, el patrimonio de las empresas y la esperanza de un mejor nivel de vida
de la gente vulnerable, sino que afecta de manera significativa el estado de
derecho y la auténtica democracia, pero también, constituye un factor de relevancia
en las decisiones de inversión interna y externa de cualquier país.
La variable grado de corrupción tiene un peso muy
significativo entre las consideraciones para medir el riesgo país, dejando de
ser un elemento cada vez menos subjetivo.
Los avances tecnológicos presentes en el siglo XXI en materia
de comunicaciones, acceso a información y las redes internacionales existentes
para luchar contra la corrupción a nivel mundial (lavado de dinero,
narcotráfico, empresas de papel, paraísos fiscales, etc.) dan cuenta de enormes
flujos de dinero mal habidos que se encuentran fuera de sus orígenes.
Pero lejos de que la peste de la corrupción se reduzca, va
camino a convertirse en una pandemia.
La democracia y la institucionalidad están heridas de gravedad
en razón de que esta epidemia se ha introducido en todos los estamentos de la
sociedad, socavando los símbolos que enorgullecían a familias y países, como son
los principios y valores éticos y morales de los cuales mucho se preciaban
ostentarlos.
Con el tiempo el valor de la palabra se sustituyó con el
respaldo de títulos ejecutivos, el sueño personal de “ser” por “tener”.
La aspiración de muchos individuos en la sociedad actual no
es adquirir conocimientos y destrezas y entregarlos en función social, por el
contrario, son medios para un fin “superior” concentrar riquezas y poder.
¿Pero cual es el génesis de este mal?
No es otro que la política convertida en politiquería y el renacimiento
del populismo que anida en toda población pobre en educación y cultura.
La pobreza en educación y cultura muta a pobreza económica y
social, y es el caldo de cultivo donde los políticos populistas se enquistan
con mesianismos trasnochados, con carátulas de izquierdistas, socialistas,
comunistas y otros membretes caducados.
Vemos con estupor e impotencia como la corrupción penetró todas
las instancias de las funciones públicas (ejecutiva, legislativa y judicial)
con tal repercusión que se podría expresar sin exageración, que se ha
convertido en el “primer poder” del Estado en muchos países de América Latina, África
y Asia, principalmente.
Hay una apremiante necesidad de recuperar la familia, núcleo
de valores, donde los padres entiendan que son los principales maestros de sus
hijos y que se educa con el ejemplo, con el “buen ejemplo”.
Recuperemos la dignidad, el dinero debe ser un medio
y no el fin de una existencia.
“Enseñemos a nuestros hijos, nietos y bisnietos, que el fin
no justifica los medios”
La probidad es un mérito, el sacrificio es un mérito, la humildad
es un mérito, la solidaridad es un mérito.
Desterremos el ejemplo de los politiqueros que llegan al
poder no por sus méritos, sino rebuscando los deméritos de los demás.
Denunciemos con valentía que somos engañados en nuestros
países, cuando se proclama con grandilocuencia las acciones para recuperar el
dinero mal habido producto de la corrupción. La falta de resultados concretos y
de transparencia, nos llevan a pensar que protervos intereses entre individuos
enquistados en los poderes del estado, protegen a mafias que se llevaron por
miles de millones los recursos públicos.
Caso contrario: ¿Por qué hasta la presente fecha no existe
una Ley de Extinción de Dominio” que permita de manera ágil y en derecho,
recuperar dinero, bienes inmuebles títulos valores, etc., producto de recursos públicos
mal habidos y que están en manos de vulgares delincuentes y sus testaferros?
“La honestidad y la transparencia de hacen vulnerable. De
cualquier forma sé honesto y transparente” (Madre Teresa de Calcuta)
Estoy de acuerdo en que la corrupción enquistada en los 3 poderes de un Estado, se ha convertido en el 1er. poder, vamos mal, muy mal!!
ResponderEliminar¿Quién cobra a los corruptos del correismo, desde la cabeza a los sumisos a los pies del Movimiento Político que los cobijó?
ResponderEliminarLa corrupción nos llegó hasta la médula de las instituciones, solo quitándoles el dinero y bienes robados, se dejará una clara señal a los corruptos públicos y privados.
ResponderEliminar