Estamos en el siglo XXI, donde los avances tecnológicos nos
abren muchas puertas al conocimiento universal, y entre otros prodigios, el traspasar
las fronteras de nuestro planeta, sin embargo casa adentro, es frustrante
constatar que los seres humanos estamos en un proceso de involución.
Los inventos no solo han producido mayor bienestar material,
aunque a la par el armamentismo acelerado, más que una circunstancia que
justifique un equilibrio para mantener la paz mundial, se ha convertido en una
suerte de lotería, que por fines de lucro y codicia, ponen a la sociedad del
mundo en un grave estado de estrés.
Con posterioridad a la segunda guerra mundial y luego de ese
holocausto, han germinado una serie de acciones de orden mundial y regional, en
pro de buscar una sana convivencia humana.
Instituciones como las Naciones Unidas –NN.UU. y la
Organización de Estados Americanos – OEA, para citar dos de ellas, entre otras
finalidades, han puesto especial énfasis en la protección de los derechos
esenciales del hombre en función de los atributos de la persona humana.
En el año 1948, en la Novena Conferencia Internacional
Americana celebrada en Bogotá, Colombia, se aprobó “LA DECLARACIÓN AMERICANA DE
LOS DERECHOS Y DEBERES DEL HOMBRE”
Más allá del número de artículos en temas de Derechos (28) frente
a (10) de Deberes, la temática y su contenido es por demás positiva. Las
garantías que en su legislación contienen las normas de cada país, más lo que abarca
la mencionada declaratoria de la OEA,
son aspectos de amplio conocimiento, y que han servido de base para la
incorporación de los mismos, en mayor o menor grado, en todas las
constituciones de los países miembros de la OEA.
En el mundo y en particular en Latino América, han
proliferado las Organizaciones de Derechos Humanos, lo cual es meritorio, no
así, el sesgo que manifiestan en la práctica la mayoría de Organizaciones
Sociales y ONG’s, fruto de una carga ideológica de “izquierda trasnochada” que no
juzga con la misma vara a las instituciones y personas.
Este aserto es consecuencia de la praxis evidenciada a través
de muchos años en gran parte de los países latinoamericanos.
Solo en lo que va del año 2019, en los siguientes países:
Ecuador, Chile, Haití,
Colombia, Perú, Honduras, El Salvador, Venezuela, principalmente, se han
producido serias y graves protestas con violencia, convulsión social y crisis
política, con connotación nacional.
Algunas organizaciones sociales (sindicalistas, trabajadores
de la industria y comercio, transportistas privados, entre otros) movimientos
indígenas, partidos políticos de izquierda y populistas, han sido cabecillas de
actos de insurgencia con el membrete de reivindicación social. Hasta allí comprensible,
en razón de que muchos de los gobiernos de turno no han sido capaces de
solucionar gradualmente la problemática social.
Las demandas no solo de estos actores sociales, sino de la
inmensa mayoría de la población de estos países es justa, y tiene que ser
visibilizada, pero en paz, con orden y, respetando los derechos de los demás.
¡Los derechos de una
persona terminan donde comienzan los derechos de otra!
Es verdad que en algunos países se ha logrado disminuir en
algo la pobreza, pero en contraste ha crecido la desigualdad.
Es un hecho que América Latina es la región más desigual del
mundo y con la mayor corrupción.
Sin embargo el fin no justifica los medios.
En las protestas realizadas en meses pasados en los países
mencionados, hubo infiltración extranjera de sicarios y mercenarios, que
actuaron en unos casos junto a determinados “líderes” sindicales, indígenas,
políticos, con el solo objetivo de crear el caos, sembrar miedo, destruir la
propiedad pública y privada, paralizar el flujo de personas, bienes y
servicios.
Se vejó y secuestró a policías, militares y funcionarios del
Estado, cuya función por Ley es resguardar el orden público. (Ecuador)
Similar situación se dio contra periodistas y ciudadanos que
con criterio y razón, daban cuenta de los hechos y llamaban a la paz y al
diálogo. (Ecuador)
Fuerzas oscuras con mucho dinero y organización, manejaron
desde el extranjero a algunos “tontos útiles” que fungían de ciudadanos pobres,
que luchaban por los pobres. Vivarachos que aprovecharon las circunstancias
para actuar en beneficio propio.
El corolario de lo anteriormente descrito, nos lleva a la
pregunta siguiente: ¿Las Organizaciones de Derechos Humanos, nacionales y extranjeras,
no tienen también la obligación estatutaria y moral de defender los derechos de
policías, militares y ciudadanos afectados por los hechos de violencia?
¿Existen en el mundo y en nuestros países Organizaciones
de Deberes Humanos que eleven la voz por el respeto a la vida, propiedad y a
pensar distinto, de lo que quieren y piensan los agresores antes mencionados?
Los Deberes humanos van más allá de lo que proviene de la
ética y moral.
Cabe resaltar tres deberes básicos que contiene la
Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre (OEA):
1. Deberes ante la sociedad.
2. Deberes de obediencia a la Ley.
3. Deber de trabajo.
Estos Deberes son básicos para una sana convivencia humana y
no fueron respetados en gran medida en los países anteriormente citados,
causando gran conmoción social, enormes pérdidas económicas a empresas
privadas, propiedad pública y a los ciudadanos que viven de su trabajo.
Muchos nos preguntamos si lo que se pretendió, y posiblemente
se pretenderá a futuro, es instaurar el anarquismo en nuestros países.
Si no se sanciona con ejemplaridad, aplicando todo el peso de
la Ley a los cabecillas de las “protestas” y sujetos que cometieron actos como:
destrucción de bienes públicos y privados, ultraje y secuestro a ciudadanos
civiles, policías y militares, habrá triunfado la impunidad y quedará un
antecedente nefasto para la libertad y la democracia.
Marta Lagos, Directora de la encuesta regional
Latinobarómetro, dice refiriéndose a América Latina: “Aquí no fracasan los
gobiernos; están fracasando los Estados”
Una sociedad donde solo se aplican los Derechos y se omiten
los Deberes, está condenada a regresar a la época de las cavernas.
“Si haces lo que no debes, deberás sufrir lo que no mereces”
(Benjamín Franklin)
¡Nuestro deber es impedir que los políticos rijan nuestras vidas!
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