El Diccionario de la Lengua
Española define a la Política en una de sus acepciones como: “Actividad de
quienes rigen o aspiran a regir los asuntos públicos”, mientras que a la
Corrupción la define como: “En las organizaciones, especialmente en las
públicas, práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de
aquellas en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores”
Para nadie es desconocido que
a través de los años en el Ecuador, la corrupción ha echado raíces en todos los
estamentos de la sociedad, y que, se propaga con tal rapidez y virulencia, que
ha entrado a la categoría de una pandemia.
La perniciosa relación
pública-privada en el manejo de la cosa pública, tiene una variedad de matices
que no deja de asombrar hasta a los más incrédulos, las artimañas utilizadas para
robar los dineros públicos es burda en unos casos y creativa en otros.
Pero: ¿Cuál es el verdadero
origen de este mal?
No es otro que la “Política”
convertida en doctrina, que expresada por un grupo de personas (partido
político) carentes de principios éticos y morales, han acuñado el término
ideología (estudio de las ideas-siglos XVIII y XIX) para como élite, apropiarse
del poder y a través de este medio, el fin ulterior, que no es otro que enriquecerse
indebidamente con los recursos públicos.
La política en nuestro país,
como en el mundo entero es: Egoísmo, astucia, hipocresía, falsedad, engaño,
enriquecimiento fácil, entre otros aspectos.
Pero la metamorfosis de la
política en los últimos tiempos ha producido bandas de delincuencia organizada,
filibusteros que a la usanza de los piratas de antaño, saquean las arcas del
Estado, y buscan llegar al poder para ir al abordaje del Presupuesto del
Estado.
El territorio físico del país
se ha dividido para estas mafias por: Provincias, Cantones y Parroquias y en
otros casos por: Gobernación, Municipios y Consejos Provinciales, desde donde,
especialmente a través de la obra pública, utilizan varios mecanismos para
robar el dinero del pueblo, mediante diferentes modalidades, entre otras:
Sobrevaloración de obras, coimas, robo de bienes, lavado de dinero, tráfico de
influencias, todo ello en contubernio con operadores privados.
Esta lacra sucede todos los
años, meses y semanas, no termina nunca, sin importar la situación económica y
social del país, y últimamente, en plena pandemia sanitaria producto del
COVID-19, sobre los cadáveres de miles de fallecidos y el dolor de sus
familiares.
Hemos comprobado una vez más
la pura verdad de la ausencia de liderazgo en los Poderes del Estado, la
mediocridad campea y causa angustia oír y leer lo que expresan diferentes
funcionarios públicos sobre sus funciones y la responsabilidad de sus cargos.
La ignorancia en los gestores
de muchas instituciones públicas abruma, y muchos de ellos consideran que al
delegar funciones quedan eximidos de responsabilidad alguna. En la Constitución
del Ecuador y en otras Leyes, están claramente establecidas que facultades que se
pueden delegar y en particular, en las compras públicas, la delegación no
excluye las responsabilidades del delegante.
¿Pero que hacemos los
ciudadanos de bien, personas honradas y de principios éticos y morales, para
frenar este mal?
La indolencia y el
quemeimportismo nos sitúa en calidad de “cómplices” de estos miserables, que
cobijados en una pseudo organización política, llegan al poder mediante el
engaño y financiados por empresarios que lucran a expensas del pueblo que vive
en condiciones de pobreza y extrema pobreza.
Nuestro voto expresado en las
urnas sin conciencia y responsabilidad, permite que sean electos verdaderos
sátrapas, ávidos de poder y riqueza y que con engaños y demagogia confunden a
un pueblo en su mayoría sano, pero sin mayor educación y cultura.
Usemos las redes sociales y las
calles para sacar del poder a políticos corruptos que se han enquistado en
varias instituciones públicas, amparados en los derechos que nos otorga la
Constitución Política vigente, así como a sus secuaces, e impidamos por los
mismos medios que accedan al poder gente descalificada ética y moralmente,
algunos escudados en amañados concursos de meritocracia.
Hay entre otros, tres males de
la política que con el voto responsable debemos desterrar: La corrupción, la
ineptitud y la autocracia.
Pero existe un foco de
infección al que los ecuatorianos no le hemos dado la debida atención, el
Consejo Nacional Electoral-CNE.
La Contraloría General del
Estado emitió en agosto de 2019, el resultado de un examen a los sistemas
informáticos e infraestructura tecnológica, además ha hecho observaciones al
Registro Electoral y a la trasmisión y publicación de resultados que no cuentan
con controles de validación, señalando que esta situación no garantiza la
integridad, confiabilidad y disponibilidad de la información.
¿Se están dando el seguimiento
necesario a estas graves falencias del CNE por parte de las autoridades
competentes?
¿Existe el peligro de que
entre gallos y medianoche se produzca un fraude electoral en los próximos
comicios a celebrarse el 7 de febrero de 2021 (primera vuelta) y de ser el
caso, el 11 de abril (segunda vuelta)?
Los ecuatorianos debemos estar
alertas al proceso eleccionario próximo, más aún con las tristes experiencias
del pasado.
¿Hay que acuñar una nueva
palabra para identificar a esta nueva clase de politiqueros, mafiosos y
miembros de bandas de delincuencia organizada?
Propongo llamarla: ¡Politicorrupción!
¡El País se juega su futuro en
las próximas elecciones!
“Una papeleta
de voto es más fuerte que una bala de fusil” (Abraham Lincoln)
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