Las elecciones realizadas el 3 de noviembre de 2020 en
Estados Unidos de Norte América, para elegir presidente y vicepresidente y
otras dignidades, dio como resultado el triunfo del binomio demócrata
Biden-Harris.
Lo que viene después, de acuerdo con las normas electorales
de este país, es un curioso proceso de varias instancias burocráticas, que
culminarán con la posesión de las personas electas antes mencionadas, el 20 de
enero del año 2021.
Hasta aquí históricamente nada debería producir mayor
revuelo, que justifique la atención de los ciudadanos estadounidenses y del
resto del mundo.
¿A qué se debe entonces el caos creado por el presidente en
funciones Donald Trump?
Entre otras acciones: cuestionó el proceso electoral al
afirmar antes de los escrutinios que habría fraude, posteriormente desconoce la
voluntad electoral de los ciudadanos, alegando que hubo fraude, fustiga a la
mayoría de los medios de comunicación acusándoles de parciales a Biden,
presenta demandas a jueces federales y a la Corte Suprema de Justicia, para que
se anulen votos en algunos Estados en los cuales perdió y, en definitiva, con
su proceder ha intentado socavar la institucionalidad de los Estados Unidos.
En parte, la razón radica en qué con anterioridad a esta
elección, nunca ningún presidente de este gran país agrupó en su haber, tantas
características negativas como las que adornan al señor Donald Trump.
Estamos según fuentes de opinión serias de USA, frente a un
individuo: ególatra, arrogante, inmaduro, irresponsable, empresario
inescrupuloso, populista, y para quién el fin justifica los medios.
La historia lo juzgará como el presidente que, con sus
protervos intereses personales, logró dividir y polarizar a los
estadounidenses, más allá de la histórica pugna entre demócratas y
republicanos, en dos nuevos bandos: uno que demuestra racismo, xenofobia, falso
nacionalismo e irrespeto a las leyes, y en la otra orilla, aquellos que son
tolerantes, quieren vivir en paz, buscando oportunidades a través del estudio,
el trabajo y que respeta la democracia y la institucionalidad.
Soy de los que tienen una lectura particular a la situación
actual por la que atraviesa los Estados Unidos y, considero que la trama de
Trump es calculada y tiene claros objetivos, fundamentalmente para:
1.Prepararse políticamente para las elecciones presidenciales
del año 2024; y,
2.Enviar un mensaje a todos sus acreedores.
Punto uno:
Para entender lo supuesto en el numeral primero, considero
que sus asesores políticos (populistas) le trazaron un plan de mediano plazo,
que a sabiendas que había una alta probabilidad de que perdería las elecciones
de 3 de noviembre 2020, por lo cual desde meses atrás se halla inmerso en una
campaña preelectoral, con mira al 2024, que le ha rendido hasta la presente
fecha muy buenos resultados, al obtener un apreciable apoyo de sus votantes.
Trump ha logrado cosechar un respaldo electoral superior a
los 70 millones de votos, cifra importante si se considera que es un outsider
del partido republicano (no es afiliado republicano)
Ha situado al partido republicano tradicional en una difícil
situación post electoral, ya que éste no tiene figuras afiliadas que puedan
hacer un papel importante en los comicios del 2024.
Trump podría liderar una corriente ultraconservadora dentro
del partido republicano para los comicios dentro de cuatro años o, buscar presentarse
a las próximas elecciones fuera del partido republicano, con expectativas
ciertas.
Punto dos:
Se conoce por información de distintos medios de comunicación
especializados, que la situación financiera de Trump no es buena y que podría
ir camino a la quiebra.
Hay serias presunciones de que las declaraciones de impuestos
realizadas por Trump son maquilladas y, que en consecuencia tendría serias
dificultades con el SRI de su país, después del 20 de enero del año 2021.
Antes de la fecha en que asumiera la Presidencia de USA,
Trump tenía múltiples demandas encausadas por varios acreedores por deudas
impagas y que se estima se reiniciarían en el próximo año.
Algunas de estas consideraciones justificarían el
comportamiento de Donald Trump ex ante y ex post al 3 de febrero de 2020.
Sus mayores objetivos son: acumular poder y acrecentar
riqueza, para lo cual le resulta vital mantenerse en campaña preelectoral
permanente, razones que lo convertirán en el principal opositor del gobierno de
Biden y, de otra parte, mandar un aviso a sus acreedores que probablemente
estaría de regreso a la Casa Blanca en el año 2024 y que, de verse afectado,
tomaría represalias, dados los antecedentes y su personalidad.
La historia nos dirá si acertamos quienes pensamos en este
escenario, o por el contrario que no pasó de ser una simple especulación.
“La política es más peligrosa que la guerra, porque en la guerra sólo se muere una vez” (Winston Churchill)